Literatura y violencia. Violencia y literatura. Supongo que hay algo que las vincula, no de manera natural y necesaria, pero sí de una forma compleja e interesante. Estamos tentados a decir que la literatura es un modo de violencia... Suena bien, suena literario. Pero la relación entre una cosa y la otra va más allá, porque hay algo que hace que la violencia entre a la literatura, de una forma altamente significativa al menos en la literatura argentina, y hay algo que hace que literaturicemos la violencia de la vida cotidiana.
Para pensar la relación entre literatura y violencia tenemos que pensar, primero, qué implican, qué abarca cada una de ellas, qué son. Tenemos que definirlas. Tarea compleja, sin duda, y tal vez imposible si pensamos que puede haber una definición única, completa, aplicable más allá del tiempo y el espacio. Por eso, quiero pensar en todas esas formas parciales de relación, que no forman un todo único sino pedacitos. ¿Podrán unirse y formar algo? No lo sé. Solo quiero construir esos pedacitos. Lo demás se lo cedo a quien necesite totalidades. La definición de literatura la dejo para todos lo que ya la discutieron, desde los formalistas en adelante. La de violencia me interesa desmenuzarla un poco más... Por ahora, sin embargo, le cedo la palabra a Raymond Williams, que compila en un par de párrafos muchos de los sentidos que se juntan en esta palabra:
En la actualidad, violencia es con frecuencia una palabra difícil, porque su sentido primario es el de ataque físico, como en “robo con violencia”, no obstante lo cual también se usa ampliamente de maneras que no son fáciles de definir. Si tomamos el ataque físico como el sentido (i), podemos considerar un claro sentido general (ii) como el uso de la fuerza física, incluido el uso distante de armas o bombas, pero entonces debemos agregar que este sentido parece especializarse en usos “no autorizados”: la violencia de un “terrorista” pero no, excepto para sus adversarios, la de un ejército, en cuyo caso se prefiere hablar de “fuerza” y la mayoría de los operativos bélicos y la preparación para la guerra se describen como “defensa”; o la gama parcializada similar que va desde “limitar la libertad” o “restaurar el orden” hasta “violencia política”. También podemos señalar un sentido (iii), relativamente simple, que no siempre se distingue con claridad del (i) y el (ii), como en “violencia en la televisión”, que puede incluir el informe sobre sucesos físicos violentos pero se refiere principalmente a la exhibición dramática de estos.La dificultad empieza cuando tratamos de distinguir un sentido (iv), la violencia como amenaza, y un sentido (v), la violencia como comportamiento indócil. El sentido (iv) es claro cuando la amenaza es de violencia física, pero a menudo se usa violencia real, o la practica real, es un comportamiento indócil. El fenomenito conocido como “violencia estudiantil” incluía casos de los sentidos (i) y (ii), pero también casos claros de los sentidos (iv) y (v). El poder emocional de la palabra, entonces, puede suscitar muchas confusiones. Su complejidad es larga data. Violencia proviene de las palabras violence, del francés antiguo, y violentia, del latín –vehemencia, impetuosidad-, y en última instancia de la palabra latina vis, fuerza. En inglés tuvo desde fines del siglo XIII el sentido de fuerza física, y en 1303 se usó para referirse a la golpiza a un sacerdote. En la misma época nos enteramos, en lo que parece tono familiar, de que el mundo se encuentra en un estado “De mugre y corrupción, de violencia y opresión”. Pero este uso es interesante, porque nos recuerda que la violencia puede ejercerse en ambas direcciones, como Milton lo subrayó con respecto a Carlos I: “una tediosa guerra contra sus súbditos, en la que superó hasta ahora sus violencias arbitrarias de tiempos de paz” (1649). Ha habido una interacción notoria entre violencia y violación, la ruptura de alguna costumbre o dignidad. Esto forma parte de la complejidad. Pero violento también se usó en ingles, como en latín, con el significado intenso o vehemente: “indícame con que espíritu de partido” (Coleridge, 1818). En 1696 hubo una nota interesante: “violencia […] figuradamente hablado de las Pasiones y Designios Humanos, cuando son indóciles y carecen de gobierno”. La interacción de este sentido con el de fuerza física constituye el fundamento de las dificultades reales de los sentidos (iv) y (v); un sentido (vi), como en “violentamente enamorado”, nunca se malinterpreta en la práctica. Pero sí se dice que el Estado usa la fuerza, no solo en los sentidos (i) y (ii) sino más críticamente en el (v) –la amenaza tácita como consecuencia de cualquier ruptura de “la ley y el orden” según se definan en un momento o un lugar determinados-, se objeta que violencia no es la palabra apropiada, no solo debido al sentido de fuerza “autorizada” sino porque no es “ingobernable”. Al mismo tiempo, pueden hacerse a un lado las cuestiones sobre qué es “indócil” o “carente de gobierno”. La critica verbal ruidosa o vehemente (e incluso muy fuerte y persistente) se describió por lo común como violenta dentro del supuesto de lo “indócil” y no, pese a la transferencia en la palabra, de la fuerza física, y los dos escalones mas allá de ella –la amenaza a algún dispositivo existente y la fuerza real- se convierten a veces en una escalera móvil hacia los significados fuertes de violencia en los sentidos (i) y (ii). Es evidente, entonces, que se trata de una palabra que requiere una primera definición especifica, si no se le quiere hacer violencia (otro sentido más, el (vii)): arrancarla de su significado o significación (de fines del siglo XVI)
Fuente de información:Raymond Williams. Palabras clave. Un vocabulario de la cultura y la sociedad. Ediciones Nueva Visión. Buenos Aires. 2000.
Arrancamos con eso, entonces. Sin una definición exacta de lo que es la literatura y con un puñado de sentidos alborotados girando dentro de la palabra "violencia". Nada más, ni nada menos.